Hace algunos años, con el equipo de Aporto realizamos un estudio de diagnóstico para la realización de eventuales mejoras en la infraestructura del borde costero en la zona central de Chile. En esa oportunidad, estuve a cargo de las participaciones ciudadanas y del análisis de género.
Fue un trabajo arduo que implicó la realización de una serie de reuniones con los actores sociales de las distintas áreas que podrían verse afectadas por las intervenciones en su borde costero.
De esa experiencia quisiera rescatar algunos aspectos que se relacionan directamente con la misión de Aporto Consultoría de acompañar a las empresas en su tránsito hacia la Economía Circular (EC).
Nuestra forma de abordar la participación ciudadana fue amplia y consideró agentes públicos, privados, sindicatos, organizaciones sociales y territoriales, jóvenes y adultos, hombres y mujeres. Con lo anterior, buscamos dar cuenta de la diversidad de personas, intereses, historias y conflictos que habitan y coexisten en un territorio.
En estas reuniones, especialmente los actores de carácter local, mencionaron una inquietud de manera recurrente: cuidar sus territorios. Querían avanzar en medidas concretas de descontaminación y preservación de sus entornos. Por cierto, las y los vecinos del borde costero no se oponían al desarrollo en sí mismo, sino que a las externalidades negativas que este trae para las comunidades locales.
Esta experiencia nos entrega dos lecciones imbricadas.
Primero
La metodología – amplia y democrática – permitió aprehender la complejidad del territorio. Ello sentó una base sólida para el diseño de futuras intervenciones. Es precisamente esa mirada, que atiende la diversidad y complejidad, la que resulta necesaria para transitar hacia la EC.
Desde el paradigma lineal, las empresas han sido entendidas como entidades que se cierran sobre sí mismas.
El cambio cultural que propone la Economía Circular apunta a entender cada empresa como parte de un ecosistema más amplio. Desde este lugar, los efectos de sus operaciones en los territorios en que se insertan deben orientarse hacia la sustentabilidad, la sostenibilidad y, especialmente, el desarrollo armónico que involucre a las comunidades locales.
Segundo
La urgencia de atender la demanda de las comunidades locales por poner el cuidado de personas y territorios en el centro del desarrollo.
Para algunos, estas exigencias locales han sido vistas como escollos para el desarrollo país. Desde nuestra mirada, los actores locales son un motor de cambio que está empujando hacia modelos más sustentables. Esto pues, si el tránsito hacia la EC implica un cambio cultural profundo que nos impele a reevaluar nuestras prácticas de consumo y aprovechamiento de recursos, contar con comunidades que ya están trabajando en esa línea, antes que un escollo es una fortaleza.
Ya existe camino avanzado.
Escrito por:
Paula de la Fuente Stranger
Antropóloga Social, Consultora Asociada